“En mi pueblo de Solanilla se apagaron las estrellas, porque más que todas brilla la Virgen de las Rutiellas”

 

 

Es León arroyo de aguas legendarias, cuyas fuentes se alimentan en el manantial inagotable de un profundo sentir religioso. Rara es la comarca, o incluso el pueblo, que no alienta su monótono vivir con el efluvio místico de una ermita o de una imagen milagrera. Y es así, casi ignorada entre tantas otras, como surge la sencilla leyenda que ahora voy a contar.

Ocurrió en Solanilla, un pequeño núcleo del Ayuntamiento de Valdefresno, una gota de vida y frescor que se esconde entre las combas y resecas tierras de La Sobarriba. Los mayores hablan de épocas que se remontan a sus bisabuelos o tatarabuelos, cuando todavía existían allí, en los inmediatos predios de las Rutiellas, las ruinas de un monasterio.

Cuentan que un día. alguien. mientras revolvía entre los escombros para cargar un carro de piedras, descubrió, no sin asombro, la imagen de una Virgen. Era de madera, bastante tosca, y mantenía al Niño sobre su brazo izquierdo. La devoción de aquel hombre le impulsó a recoger su hallazgo y a llevarlo cariñosamente hasta el pueblo, para depositarlo en la iglesia.

El suceso no tuvo mayor trascendencia que la primera y natural curiosidad de todos los convecinos. Después, la imagen, «por fea», cayó en la más absoluta indiferencia y fue postergada a un rincón. Pero he aquí que, un buen día, el lugar donde había sido colocada apareció vacío. Se pensaron muchas cosas: ¿robo?... ¿profanación?... Todas las suposiciones condujeron a búsquedas infructuosas.

Semanas más tarde, cuando ya todo había quedado en el olvido, unos niños. que jugaban entre las ruinas del extinguido monasterio, creyeron oír un gemido surgiendo de unos matojos. Cautelosamente se acercaron, y cuál no sería su sorpresa al comprobar que allí estaba la Virgen desaparecida.

No se atrevieron a tocarla. Corrieron hasta el pueblo y avisaron a cuantos encontraron a su paso. Hubo sorpresa, ambiente de milagro. Todos se encaminaron al lugar y ¡sí!, ¡allí estaba!. ¡La Virgen de las Rutiellas, ante el menosprecio de que había sido objeto, prefirió volver al solitario rincón de su origen!.

La sencilla historia terminó como casi siempre terminan estas leyendas: devoción, aureola milagrosa y, también, cariño por encima de toda «fealdad».

 

CARACTERÍSTICAS DE LA IMAGEN:

La imagen protagonista de esta breve leyenda es una de esas, tan frecuentes en nuestra provincia, cuya rudeza de líneas denota la mano de un artista surgido del propio pueblo. Su estilo, que toma base en las características fundamentales del románico, acusa ya la clara influencia del gótico: de ahí el mayor movimiento en los plegados de las vestiduras, el menor hieratismo en la expresión de su rostro y algunos detalles decorativos (arcos apuntados en las pinturas del trono). Es, en consecuencia, una obra que podría remontarse a la primera mitad de la decimotercera centuria.

En cuanto a su estado de conservación, no creo que precise muchas palabras para describirlo. Seiscientos años de existencia, en un ambiente poco propicio, son tiempo suficiente para que humedad y carcoma dejen su huella destructora. y de ello dan muestra los documentos gráficos que aporto. Casi podría decirse que lo realmente milagroso de la Virgen de las Rutiellas es el hecho de que su venerada imagen haya llegado hasta nosotros.

 

 

DAVID GUSTAVO LÓPEZ

 

León, viernes, 11 de junio de 1976

LA HORA  leonesa: “LEYENDAS LEONESAS

COLABORACIONES ESPECIALES: David Gustavo López